
Consumo, luego existo
En la sociedad actual son tantas las posibilidades que tenemos de elegir que a veces podemos llegar a abrumarnos. Tener un amplio abanico de opciones no es garantía de mayor felicidad.
Antiguamente las familias no disponían de todos los medios existentes ahora, los niños no podían elegir entre la Barbie o Dora la Exploradora, pero si te regalaban por Navidad un muñeco de trapo eras la niña más feliz del mundo…
La cosa ha cambiado y mucho. Hoy en día todo es una incógnita, un debate interno que hace que perdamos casi todo nuestro tiempo en «pensar y elegir». ¿Qué me pongo?, ¿Con qué cereales desayuno hoy, los de miel o los de chocolate?, ¿Qué peli vemos? O preguntas más relevantes como ¿qué carrera debo estudiar? Cuestiones que en el día a día nos aportan un maravilloso estrés para nuestro cuerpo, pensamientos negativos, dudas…
Esto último es lo que definitivamente nos puede terminar por volver locos. El dudar de si he hecho lo correcto al comprarme ese coche de alta gama para poder presumir frente a mis amigos y gastándome un dinero que no tengo o hubiese sido mejor y más lógico comprarme uno de nivel inferior pero acorde con mis posibilidades reales…Normalmente a corto plazo nos arrepentimos de lo que hemos hecho pero a largo plazo es todo lo contrario, de lo que no hacemos. ¿Por qué?
Viendo un reportaje me vino la «inspiración» para escribir este artículo y hacer ver que vivimos en un mundo puramente consumista o si no piensa ¿cuántas personas poseen una cámara de fotos digital y cuántas realmente pasan al final las fotos al ordenador? El porcentaje varía considerablemente. Nos encanta presumir de lo que tenemos pese a, en algunas ocasiones, no darles casi uso. Digo en algunas ocasiones porque con el ejemplo del coche de alta gama más valdría estar paseando todo el día por la ciudad…
O por ejemplo, entre los más jóvenes si no tienes el último móvil que ha salido al mercado, ¡no existes!
En dicho reportaje, el psicólogo americano Barry Schwartz habla de dos figuras, el maximizador y el satisfactor. El primero busca la excelencia, no se conforma con que algo este simplemente bien, quiere lo mejor, siempre piensa que su elección es la incorrecta porque nunca es lo suficientemente buena, su arrepentimiento y sufrimiento constante hace imposible poder disfrutar de los momentos felices. A los satisfactores por su parte les vale con que algo sea lo suficientemente bueno y no lo mejor. Disfrutan más de su elección. ¿Te identificas con alguno?
Sea como sea, tenemos que concienciarnos de que somos afortunados por tener ese amplio abanico de opciones en nuestra vida en general, pero eso no debe condicionarnos tanto como para limitarnos y ser menos felices de lo que podríamos, ya que perdemos mucho tiempo y energía en tomar decisiones que impiden incluso relacionarnos más con el resto del mundo.
Se sabe que, en la mayoría de los casos, el consumir aporta felicidad pero…no perdamos nuestra capacidad crítica!

Carta a quien fué mi marido
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